[Verso 1]
Una tarde el escritor entro en resignación, no tenía versos para escribir, y estaba sumido en la análisis, de cierto tiempo que había transcurrido.
Y pensó:
Glorias nobles en mi mente,
todo lo que pelee para ganar,
tomando todo y dando todo,
lo sé, mi orgullo me dejará ser fuerte.
Sin echarse atrás.
Sin rendirse.
No podría perder.
No puedo morir.
Camino solo.
Con mi mente en lo más alto.
Nunca sentí que perteneciera,
mantener mi posición a toda costa,
corriendo por la noche,
con los ojos vendados,
solo por el derecho: derecho a estar equivocado.
Nada podrá parar mi palabra cuando un verso escriba,
en ese momento un nuevo escritor nacía, el diácono de
las palabras empezaba el proceso de su nueva vida.
Él, estaba completamente loco, ya no loco de amor sino
loco de esa paradoja transversal del odio por dolor.
Y, se sentó mirando su escritorio y encontró aquel libro
que escribió. Miró su contenido y no reaccionó como
el antiguo escritor hubiera reaccionado.
Este lo miró con cautela, un par de hojas más tarde; quiso romper aquel libro, pero su mente estaba jugando sucio, porque el antiguo escritor no había muerto, aún vaga por su alma buscando la mente del diácono de las palabras.
Esperando que lo revivan o
que se muera por el olvido.