El mundo no estĂĄ preparado
para que tĂș y yo converjamos.
Ya sabes, las cosas son como son,
y estĂĄn donde deben estar.
Y luchar contra esto,
desafiar las leyes,
creerse un dios y manipular
nuestro miserable destino de humanos,
estĂĄ penado con la dureza mĂĄxima:
el castigo eterno.
En el mejor de los casos,
pasarås el resto de tu vida convertido en araña
o saltamontes,
o en Narciso, si les pillas de humor.
En el peor,
te llamarĂĄn Lucifer
y tĐ” atribuirĂĄn todos los males
que se han cДrnido
y se cernirĂĄn
sobre el hombre
hasta el fin de los tiempos.
Ăngel caĂdo, rodilla en tierra.
El mundo no estĂĄ preparado.
Los dioses no estĂĄn preparados
y por eso conjuran represalias
y articulan mecanismos
y distancias suficientes,
elaboran logaritmos
y fĂłrmulas ambientales para que,
en la misma medida que el agua
y el fuego,
nos hicieran mutuamente excluyentes
e incompatibles.
Muy listos.
Muy inteligentes los dioses.
Hicieron caso
a las remotas profecĂas
de otros siglos,
que auguraban el nacimiento
del nuevo Prometeo
y la nueva Pandora,
la nueva insurrecciĂłn de los Dalitas,
en pleno año dos
después del fin del mundo
segĂșn los mayas.
Ellos sabĂan desde el principio.
Ellos sabĂan
que si tu estrategia napoleĂłnica
y mis bailes de Dalila,
llegaran a aliarse,
temblarĂan los cimientos del Olimpo,
engendrarĂamos un poder creador
a la altura de AtĂłn,
darĂamos lugar a la segunda teogonĂa,
a la décima cruzada,
al desguace de todos
los conceptos inventados
por la geopolĂtica y la catequesis.
(Ya estoy viendo
a Santa Teresa arrodillarse,
asumir el fracaso)
Piénsalo.
Te estoy hablando de un poder
capaz de restaurar la Pangea,
un poder capaz de conciliar
a Gea con Urano,
y de asesinar a Cronos.
De asesinar por fin,
definitivamente
a ese hijoputa.
Ellos lo sabĂan desde el principio.
SabĂan que si tu ira de Laoconte,
mis formas de amazona,
y mi lengua viperina,
llegaran a encontrarse,
cabrĂa una Ănfima posibilidad
de su derrota,
que el mismĂsimo Ovidio
volverĂa de la tumba
para contar nuestra historia.
SabĂan, que si tĂș y yo,
si tu y yo, como conjunto,
harĂamos quebrar la bolsa americana
y el petrodĂłlar.
*Y ESO SI QUE NO*.
Por eso se inventaron
las fronteras y las lenguas,
y las horas y los siglos
y pusieron faraones
que nos gobernaran
y se encargaran de evitar
el desastre,
de que algĂșn dĂa,
por algĂșn casual,
coincidiĂ©ramos tĂș y yo.
Para que nunca tĂș y yo,
como conjunto,
para eso.
No me mires asĂ.
Yo no lo inventé.
Esto ya estaba inventado.
Ya funcionaba asĂ
cuando yo vine.
Y sin embargo,
aĂșn existe una Ănfima posibilidad
de hacer estallar el parnaso,
de hacerles la guerra a los dioses,
la segunda teogonĂa
y que pierdan.
Que pierdan estrepitosamente.
Piénsalo.
PodrĂamos hacerlo.
Ya lo creo que podrĂamos.
Aunque nos juguemos el castigo eterno,
y aunque el mundo, todavĂa,
no esté preparado.