Tú te has empeñado en buscarme
sin bombonas, a pulmón,
agua adentro una y otra,
día tras día, y ni rastro...
Primero, en el muelle,
con caña vulgar y paciencia,
mucha paciencia;
y luego, las redes, los barcos
y otros métodos sofisticados
que fuiste escogiendo
según los fracasos.
Y así, uno por uno,
todos los charcos,
las aguas pantanosas y los mares
que fueron allanados
en mi busca
te parecieron insuficientes
y seguías queriendo más,
sin importar las pérdidas
y las bajas.
Y da igual,
por más velero o por más yate
que intentarás,
por más técnica avanzada,
yo nunca fui pez de orilla.
Hubieras necesitado un leviatán.